No estaba muerta, no, estaba haciendo rentas... aunque por suerte ya se han acabado. La felicidad no me ha durado mucho, que los impuestos sobre sociedades, el segundo trimestre y las dichosas cuentas anuales están a la vuelta de la esquina, pero ya se vuelve a ver de qué color es la mesa y la sala de espera vuelve a ser lo que era, que no es poco. Y lo más importante: ya se ve la luz al final del túnel en forma de jornada de verano, que es lo más parecido a la buena vida que se puede tener trabajando en verano y como vivir dos días en uno.
La nena va creciendo a pasos agigantados, casi tanto como mi panza. Aunque la aplicación del móvil dice que debería pesar unos 360 gramos, la cruda realidad es que pesa 400 gramos y mide 22 centímetros. La información de primera mano me la ha dado el ecógrafo de viva voz(o como se llame el médico que hace las ecografías) e incluso hemos visto a la nena en 3D el arte que se da para patalear (pronto empieza) y para chuparse las manos como si no hubiera mañana. Parece increíble que sea ya una mini-personita con todos sus órganos y sus huesecillos bien formados, con tan sólo 5 meses de gestación. Según el señor médico, el nivel de desarrollo es el que tiene que tener, ni más ni menos, así que todo bien por ese lado. Otra cosa es que al final me salga una gigantoniña del uno, y a ver qué hago yo con las monisitudes de la talla 0 que ha comprado la abuela.
La otra buena noticia que nos ha dado el ecógrafo es que sigue siendo una niña, que a estas alturas entre todos ya habían conseguido que me planteara yo la fiabilidad del "parece una niña" de hace dos meses. Que si los ecógrafos se equivocan, que si a lo mejor no se le veía bien el pitilín pero es un niño... que si bla bla bla. Es una niña y punto, así que sigo con mi plan de llevarla de rosa y hacerla coletas cuando tenga pelo suficiente. Eso sí, sigue sin tener nombre y parece que a cuenta del padre va a seguir así hasta el día de inscribirla en registro civil. Mi lista de nombres quedó reducida a menos de la mitad de un plumazo y de ahí se quedó en dos posibles nombres que en principio nos gustaban a los dos: Claudia y Alicia. Para mi sorpresa, algo ha debido pasar a lo largo de las últimas semanas porque ahora el padre de la criatura dice que Alicia ya no le gusta y que o bien la nena se llama Claudia ó le planta el nombre de Victoria sin pensarlo dos veces. Y Victoria vaya, pero por lo de Vicky no paso.
Reconozco que a estas alturas yo ya me había hecho a la idea de ponerle Alicia a la nena, que es un nombre poco oído últimamente y además me suena a mí muy dulce y muy mono. Lo de Claudia me gusta también, pero debe ser el nombre de moda y vayas donde vayas ves Claudias a pares, así que eso me echa un poco para atrás. Ya se verá.
Desde la semana pasada ya noto que se mueve, aunque reconozco que al principio no tenía muy claro si era ella ó si eran gases traicioneros. La hora de irnos a dormir se está convirtiendo en un momento muy especial del día, porque cuando me tumbo noto mucho cómo se mueve y el papá novato aprovecha para poner la mano y esperar a ver si la da por hacer ballet en ese momento.
Por fin me he bajado del burro y este fin de semana vamos a empezar con los preparativos de las cosas de la nena. Lo único que tenemos de momento es el Bugaboo en el trastero y reconozco que me hace mucha ilusión sacarle para ver cómo es y también ir trayendo la cuna, la minicuna y todos esos bártulos que supondrán el inicio de la invasión de la casa. Ay.