Lo reconozco, tengo cierta tendencia a complicarme la existencia yo sola. Da igual el tiempo libre que tenga (que suele ser poco) ó la complicación del asunto: si se me ocurre una idea y se me mete en la cabeza que la tengo que llevar a cabo, no paro hasta conseguirlo. Soy cabezota como mi padre, qué le vamos a hacer.
El momento clave del día es por las mañanas antes de ir al trabajo y lo más peligroso de todo es el momento-ducha. No sé qué pasa en ese rato que cada día se me ocurren cosas nuevas para hacer, post que escribir, lugares que fotografiar ó lugares que visitar. Procuro apuntarlo todo en mi libreta roja y hay veces que, si se me escapa algo, al día siguiente sufro una especie de déjàvu porque la misma idea vuelve una y otra vez. Es raro, lo sé.
La gravedad del asunto depende de cuánto tarde en contarle a Carlos la idea-feliz que se me haya ocurrido. La mayor parte de las veces se entera cuando encuentra por casa tirada la famosa libreta (sí, soy muy de dejarlo todo tirado por ahí), cuando se lo cuento en casa por la noche ó cuando le propongo un plan para hacer juntos, pero lo realmente peligroso viene cuando la idea me parece taaannnn buena que no me puedo resistir a llamarle por teléfono y decirle eso de "¿a que no sabes qué se me ha ocurrido?"
A estas alturas y después de haber organizado una boda juntos, creo que ya está curado de espanto. Es más, creo que en el fondo le va la marcha. Él confía en mi criterio y escucha mis ideas con atención por descabelladas que sean, cosa que es de agradecer, pero lo mejor de todo es que se involucra en mis tinglados, aporta ideas y pone de su parte todo lo que puede y mucho más.
Hace un par de semanas, cuando parecía que ya íbamos a estar más tranquilos después de terminar con el curso de Photoshop, tuve una de esas ideas-felices-que-no-pueden-esperar. De camino a la parada del autobús, le llamé por teléfono para contársela y, aunque no pude ver su cara, sé que sonrió. Estos últimos fines de semana hemos dedicado un montón de horas a esta idea que se convirtió en proyecto, este proyecto que se convirtió en misión cumplida y esta misión cumplida que se convirtió en regalo. Muchas gracias mi amor, sin tí no habría podido hacerlo sola.
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